Autocontrol

Aprovecho un rato que me ha concedido el Sr. Morfeo para plasmar algunos pensamientos que han revivido en mí la exigencia de un mayor autocontrol, especialmente frente a situaciones puntuales de estrés en las que esta virtud se hace exigible. Y eso tanto para reaccionar de forma adecuada y responder proporcionadamente, como para – si es el caso – transmitir a quienes nos rodean la necesaria imagen de calma que permita afrontar una situación de crisis con todas las garantías.

Desde aquí reitero mi admiración – lo he hecho en otras ocasiones – por aquellas personas (las empresas e instituciones no tiene ningun tipo de sentimientos) que son capaces de afrontar circunstancias desfavorables sin mostrar – lo que no quiere decir sin sentir – un transtorno perceptible. Esa es una situación que he vivido de forma muy cercana hace muy pocos meses. Y en ella aprendí lo que vale interiorizar hechos nefastos y a la vez transmitir confianza y seguridad al entorno. Es algo de un valor extraordinario.

Sigue leyendo

El valor de la experiencia

Algún chistoso amigo hace años dejó caer en mi oído aquel sorprendente (por contradictorio) aforismo de que «la experiencia demuestra que la experiencia no sirve para nada». Obviamente, si permitiera demostrar eso, ya habría servido para algo.

Pero dejémonos de tonterías. La reflexión que deseo hoy compartir con mis amables seguidores (por lo menos hay una docena, que honró este blog con su visita en el momento de la última publicación) está en relación con la aportación que tiene el paso del tiempo en nuestras vidas y conductas, y las contribución que realizan todas nuestras vivencias (sean buenas o no tanto) al devenir de nuestras vidas y de las que nos rodean.

Sigue leyendo

Valorar la esperanza de un tiempo mejor

Nadie es una excepción: El machacón y rutinario dia a dia hace que no nos paremos a dar la importancia que tienen las expectativas de una mejor situación futura. Y la posibilidad de encontrarnos en un entorno más grato es lo que – realmente – puede dar sentido a la vida: nadie lucha por no llegar a ningun sitio, y yo creo firmemente que la esperanza de hallar y/o construir un futuro estable, es lo que hace que seamos capaces de poner en funcionamiento los mecanismos necesarios para avanzar. La fé mueve montañas.

Habréis visto que cuando menciono el porvenir empleo dos palabras que a mí me parecen absolutamente claves: Hallar y construir. Permitidme (sin ánimo de ponerme pesado) unas mínimas reflexiones acerca del significado de esos verbos en el contexto que nos ocupa:

Sigue leyendo

Avanzar, … siempre avanzar …

En ocasiones pienso que este blog parece más un catálogo de disculpas y justificaciones que lo que pretende ser: Un lugar en el que dejar constancia de mis reflexiones acerca de los temas que considero trascendentes desde el punto de vista personal y profesional. Pero he de solicitar una vez más la comprensión de mis pacientes lectores por el defase temporal entre artículos. Y más teniendo en cuenta que los últimos recibieron un sustancial número de visitas. Gracias.

Me gustaría hoy aporrear el pesimismo que nos atenaza a todos lanzando un mensaje de ánimo. No es fácil ya que el ambiente que nos rodea no lo facilita en absoluto. No dejamos de oír más que noticias respecto de la crisis, de lo mal que funciona la economía, de recortes, de problemas … que no me extraña que se haya instalado en todos nosotros un sentimiento de frustración. Nos sentimos (o ese es un sentimiento mayoritario) desgraciados, abandonados e impotentes para solventar el montón de temas complejos que se nos amontonan frente a la puerta. Hablando con amigos y conocidos he podido identificar muchas veces el espíritu de derrotismo y desánimo que la situación presente está provocando. No. Me niego a ser uno de ellos.

Toda mi vida he sido un luchador. Es posible que la naturaleza (o la providencia) no me haya bendecido con dones extraordinarios y facilitadores de la acción y de la relación. Pero creo que las personas y las organizaciones tenemos suficientes medios y facultades para suplir sobradamente esas carencias. Hay que ponerlas en práctica y trabajar con ellas. Con entusiasmo. Sin cansarse ni desanimarse. Avanzar, siempre avanzar. Y soy un ferviente defensor de que esa es la actitud adecuada y la única que nos puede permitir salir de los peores tragos y de las más complejas situaciones. Lo único que puede sacarnos de ahí (nadie va a hacerlo por nosotros) es la inquebrantable voluntad de salir. Puede no depender al cien por cien de nosotros mismos, pero lo que si os puedo asegurar es que sin poner nuestra parte en movimiento, no lo conseguiremos.

Y hay un factor que es el desencadenante de la puesta en acción: Es imprescindible una motivación para arrancar. Estoy seguro de que nuestra fuerza de voluntad es como un motor de explosión, capaz de generar trabajo por muchos caballos-vapor. Pero los motores de explosión precisan de una chispa que provoque la ignición de la mezcla. Sin ella no hay explosión ni nada. Sin ella el mecanismo no funciona, no hay nada que hacer.

Yo – como todo el mundo – afronto mis problemas. Los que me conocen saben que no son pocos ni sencillos. En ocasiones me abruman y me preocupan de forma importante. Procuro que no me paralicen ni me obsesionen, pero os aseguro que a veces se presentan como auténticas montañas. Pero he encontrado (encontré hace el tiempo que dura un embarazo) una extraordinaria motivación para tirar adelante. Vi la luz. Me ilumina y me permite ver el camino. No me lo indica ni me lo marca (eso sería atentar contra mi libertad y sé que no lo haría jamás), pero hace posible ver el paisaje en toda su extensión y con todas sus consecuencias. A quienes lean esto, prometo que me ha cambiado (sin influir) la forma de pensar. Me motiva, me estimula intelectualmente. Y quiero desde aquí rendirle el homenaje que se merece. Gracias.

Combatir los reveses

No sé si la iluminación es lo mío en el dia de hoy, pero hay dos citas que siempre – en estas circunstancias – acuden a mi cabeza: La primera dice que el trabajo bien hecho consta de un 5% de inspiración y un 95% de transpiración; y la segunda que si acuden las musas, lo mejor es que te encuentren trabajando. Me pongo, pues, manos a la obra para recoger algunas reflexiones a las que le doy últimamente elevada prioridad dentro de mi imaginario.

  • La primera está en relación con la necesidad de mantener la cabeza fría en las circunstancias más arduas. Tengo que reconocer que es algo que requiere de un carácter especial y – quizá – un cierto entrenamiento. Y debo también admitir que es una cosa que cuesta y que no todos estamos en condiciones de poner en práctica. La respuesta inmediata y visceral frente a situaciones que rompan la estabilidad es una actitud hasta cierto punto comprensible y humana. Pero no es una réplica eficiente. A mi, personalmente, debo reconocer que me cuesta controlar. Pero iluminado y bien aconsejado, a base de notables esfuerzos y ocasionalmente, hasta lo consigo. Y estoy totalmente de acuerdo en que la sensatez es la actitud más deseable. Porque sublevarse airada y descontroladamente ante la adversidad no conduce a remediarla.
  • Estimo que la respuesta a los contratiempos requiere un frío análisis de la situación. Es imprescindible evaluar qué ha ocurrido, con qué contamos y a donde queremos ir. Todo ello desde la posición más objetiva posible, sin ceder a derrotismos ni conmiseraciones (a lo que puede conducir la autoflagelación es a depresiones y situaciones de angustia). La ponderación de todos estos factores podrá proporcionar un sólido punto de partida para reorientar la situación. No es fácil: Lo aseguro por experiencia propia y por lo que he podido constatar en personas muy próximas a mí, que han superado – y con nota – aciagas circunstancias. Merecen (y públicamente lo admito), mi admiración y reconocimiento.
  • En segundo lugar, es importante saber qué es lo que queremos. En un mundo en el que la interdependencia es cada vez mayor, y en el que – en muchas ocasiones – actuamos mucho más para satisfacer deseos y necesidades de los otros que las nuestras, tampoco es esta una asignatura sencilla. Estoy seguro – ayer hablaba del tema con una persona de mi entera confianza – de que este puede ser el origen de mucha de la infelicidad y frustración con la que hemos de lidiar cada día. Seamos egoistas. Sin perjudicar a nadie, pero vale la pena aquí pensar más en uno mismo que en lo que los otros quieran o esperen de nosotros.
  • Es necesario también saber hasta qué punto seremos capaces de influir en el círculo de circunstancias que puedan rodearnos. A veces, la situación depende únicamente de nosotros mismos, pero en un buen número de casos el control que podemos ejercer sobre nuestro entorno es escaso. No nos minusvaloremos – de todas formas – porque en un examen mas detallado podríamos llegar a la conclusión de que de forma directa o indirecta, nos podría ser posible hacerlo.
  • Y por fin, hemos de tener la suficiente fuerza interior para luchar por lo que realmente deseamos. A pecho descubierto. Sin dudas ni vacilaciones. Sin descanso ni reposo. Puedo asegurar a quien haya llegado hasta aquí que en esto si que tengo alguna experiencia. Y que, pese a algunos reveses y sinsabores, funciona, resulta.

Ya lo he reconocido en otras ocasiones pero, para quien pueda estar pasando por estas circunstancias (todos en un momento u otro han pasado por ahí), observar como personas de su íntimo círculo han superado situaciones durísimas constituye un estímulo y un ejemplo. En mi caso lo reconozco, y los ejemplos que he visto me estimulan y espolean. Y más, con el sentimiento de total apoyo que puede proporcionarte quien realmente tenga importancia para tí.

… y un último apunte antes de concluir: La aplicación de medidas correctivas para enderezar una determinada situación no resta – en absoluto – belleza ni corrección a nada ni a nadie. No perdamos nuestra sonrisa ni nuestra alegría por hacerlo, especialmente si es necesario para garantizar la salud personal o empresarial. Saldremos ganando. Y descubriremos que no pasa nada.

La resiliencia de los humildes

Hace días que quería escribir, pero me lo ha impedido una serie de acontecimientos que me han afectado en los tiempos recientes. Pero de hoy no pasa. Y aunque sean cuatro letras, voy a poner negro sobre blanco algunas reflexiones que han venido a mi cabeza y que deseo dejar reflejadas aquí para – espero – poder releerlas en el futuro,  recordar cuáles fueron mis sentimientos y mis sensaciones de estos dias y ver en perspectiva como se superan situaciones complejas y difíciles.

Antes que nada, explicar para el que no lo conozca el significado del término que encabeza este post. Fué una palabra que aprendí hace unos pocos años (en realidad, parece que la acuñó algún afamado psicólogo en los años 70 – yo ya estaba crecidito) y que designa (según algunos diccionarios):

(Resiliencia es, según la definición dada por E. Chávez y E. Yturralde en el 2006): la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades, para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas

En segundo lugar, comentar que acabo de pulsar el estado de opinión generado por las medidas de austeridad que ha anunciado el Presidente del Gobierno en su comparecencia en el Congreso (y que parece que aplicará – se lo ha prometido a nuestros amigos americanos). Como siempre (sea el gobierno del signo que sea), el peso del sacrificio cae sobre las capas más humildes (que en realidad son aquéllas sobre las que se puede ejercer el control – las otras se escapan a él o son las que controlan a los controladores): Recorte del sueldo de los funcionarios, congelación de las pensiones, suspensión de determinadas ayudas, etc…. ¿Quién le pone el cascabel al gato y procura acotar los salarios o indemnizaciones de determinados personajes o limitar los escandalosos dividendos que perciben ociosos caballeros – o señoras, que hay un Ministerio de Igualdad – cuyo único mérito es tener dinero? 

Una tercera reflexión está en relación con la constatación que hizo una persona a la que tengo un gran respeto sobre la falta de preparación, de valentía y de visión empresarial de una parte de los  emprendedores españoles, y especialmente de los que regentan pymes surgidas en épocas de bonanza económica (en primavera crecen todo tipo de hierbas – hasta las malas). He de advertir que esta idea no es generalizable, pero estoy últimamente tropezando con demasiados ejemplares de este tipo. Personas a las que les tocó la lotería – eligiendo al azar, acertaron, con una buena dosis de casualidad – cuando en su momento decidieron montar su propia empresa, otras con efectivo que han querido rentabilizar algo más que adquiriendo bonos del tesoro, … pero poca profesionalidad, poca preparación y poca ética. Estos no pagarán, porque trasladan sus cuitas hacia abajo, transmitiendo sus problemas a aquéllos a los que emplean – en muchas ocasiones explotan – como ¿recordáis aquél móvil de sobremesa? en el que se mueven únicamente las bolas de los extremos, y las del centro permanecen en su sitio. Mientras los problemas golpean en un extremo, las capas intermedias (que no generan ningún valor), transmiten el impacto hasta proyectar a las listas del INEM los niveles más bajos (que son los que realmente tienen impacto en el PIB.

Pero pese al paisaje que se nos ofrece, soy optimista. Porque creo que la resiliencia es un atributo prácticamente exclusivo de los humildes (y por tanto me atribuyo un pequeño porcentaje). Porque creo que la iniciativa surgida de la buena fé tiene y tendrá premio. Porque veo la luz al final del túnel, y su claridad me espolea y me anima. No hay que doblar la rodilla. Nunca. Ni hay que inclinarse ante nadie que sea indigno.

Es posible que alguien pueda pensar que esto es terapia. Allá el. Para mí es futuro. Y fé. Tengo fé en las personas de buena voluntad (y conozco unas cuantas). Creo en el trabajo bien hecho, no en el golpe de suerte, el pelotazo o el hoy te uso y mañana te quito de en medio. Y creo en la amistad y el apoyo que te puede dar quien te quiere.

Cuando ambas partes ganan

Uno de los paradigmas de las relaciones de todo tipo es el enriquecimiento (visto desde el punto de vista material, emocional o intelectual) que los implicados deberían conseguir. Estimo que sin esta característica, una relación es incompleta, perjudicial y hasta dañina para quien se implique en ella. En el mundo de los negocios y empleando nomenclatura de curso americano, a esto se le llama «win-win». Y lo podemos hacer extensivo a todos los ámbitos de la vida.

Experiencias extraídas de mi vida profesional y personal: Como son las relaciones win-win?.

  • Confiadas: Cada parte confía en la otra. Sabe que no se le ignorará y que se tendrán en cuenta – implícita o explícitamente – sus necesidades, requerimientos y se atenderán sobradamente sus expectativas.
  • Las partes las establecen de forma libre, sin presiones ni constreñimiento. Nadie obliga ni fuerza el mantenerlas si alguna de las partes no se considera confortable.
  • Enriquecedoras: Cada parte obtiene algo. Y no a costa del otro, sino a través del otro. Porque no sería posible que lo que pretende lo obtuviera por sí mismo. Porque precisa del otro para enriquecerse (y no me refiero a hacerlo económica o materialmente).
  • Equilibradas: No hay uno que gana mucho y otro que gana poco: Ambos dan y reciben de una forma equivalente. Quizá – y a lo largo del tiempo – alguno dé mas que el otro, pero esa es una situación que no se mantiene y puede dar la vuelta, haciendo que en otro instante reciba mas que entrega
  • Con vocación de permanencia y continuidad: Personalmente, no creo en que uno se embarque con una limitación en el tiempo. Creo que una relación – personal o empresarial – habría de establecerse con interés de seguir y de prolongarse. Si alguien entra en ellas con un límite temporal, yo desconfiaría pensando que desea utilizarme o que su planteamiento no es ni limpio ni coherente.
  • Transparentes: Cada parte es perfectamente capaz de ver por dónde avanza la otra. No se oculta nada. No hay dobleces. Esta es la forma de evitar la gripe más importante en una relación: las malas interpretaciones que atribuyen al que está enfrente actitudes perversas o interesadas.

Me podría extender mucho más (porque como sabéis, al peinar unas cuantas canas uno ha pasado por experiencias de todo tipo), pero creo que es suficiente. Desde muchos puntos de vista estoy viviendo en este instante de la vida experiencias muy enriquecedoras, y especialmente desde el punto de vista personal. Hoy es dia de Sant Jordi – fecha muy importante en mi tierra – y se cumplen siete meses desde que se abrió la perspectiva de iniciar este blog. La luz – mi luz – ha iluminado el camino que he recorrido en este tiempo. Me ha enriquecido. Ha hecho de mí una mejor persona y un mejor profesional. El bonus que estoy obteniendo es extraordinario y sobrepasa mis mayores expectativas. Y espero estar a la altura que se merece dedicándole mis mejores esfuerzos y toda mi atención

Gracias.

Exceder las expectativas

Al establecerse cualquier relación bi o multilateral de cualquier tipo, todas y cada una de las partes involucradas depositan en ella una serie de esperanzas, anhelos, deseos y aspiraciones. Puede ambicionarse mejorar los resultados de la compañía; quizá la pretensión sea alcanzar la estabilidad; en algún caso podría ambicionarse obtener unos ingresos concretos – depende del lado de la mesa en el que uno se halle – o, en el plano personal, llegar a conmover de determinada forma al interlocutor.

Lo cierto es que, en todo caso, y desde un encuentro casual – en un extremo – a cualquier tipo de relación con vocación de permanencia – en el otro – todos ponemos bien en los otros, bien en el propio contenido de la relación (en el cual ellos tienen un decisivo papel) esperanzas en cuanto a cubrir nuestras propias carencias o colmar nuestras apetencias de todo tipo.

Conseguir estar a la altura de lo que los demás esperan de nosotros es imprescindible para asegurar que las cosas irán bien. Pero lo que realmente garantiza continuidad y permanencia en la relación es superar las expectativas: Conseguir ofrecer y recibir no solo lo que ambas partes se figuran que han de donar o tomar, sino mucho mas que eso. Superar lo esperado. Exceder las expectativas. Recorrer las iniciales Para Recordar Algun Glorioso Acontecimiento.

No es algo sencillo. Ocurre en pocas ocasiones porque precisa de una excelente disposición, de buena voluntad y de un interés auténtico en satisfacer. Hay que ser valiente, equilibrado y – frecuentemente – tener ganas de olvidar desengaños o incomodidades previas. Y mis benevolentes lectores me permitirán proporcionarles unas cuantas directrices para conseguirlo, extraídas de mis más recientes experiencias y aprendidas a/de la brillante luz que me ilumina.

  • Iniciad el proceso dejando atrás todo prejuicio. No temáis. Avanzar con temor no hará sino complicar las cosas.
  • Asid el brazo de vuestro compañero de viaje (física y/o figuradamente). Apretadlo fuertemente y podréis descansar. Desoid desequilibradas o histéricas llamadas de auxilio. No temáis y será posible avanzar. Es el mayor signo de confianza que podéis entregar.
  • Por muy mal tiempo o ambiente que se anuncie, no renunciéis a alcanzar vuestros objetivos y a desarrollar los planes que hayáis diseñado. Que el anuncio de lluvia recién caída se transforme en una pequeña tempestad no os haga dar marcha atrás. Que el frío no consiga provocar un fuerte constipado. Abrigaos (mejor con plumón para el tiempo desapacible). Protegeos y proteged.
  • Poned pasión, auténtica pasión en todo lo que hagáis. Sin ella es imposible rebasar nada. Cuanto mas entusiasmo, mejor. El desear superar las expectativas es la única manera de hacerlo realmente.
  • Disfrutad y haced deleitarse a vuestros compañeros, amigos, colegas de los momentos mágicos  y especiales. Hay que saber reconocerlos (cosa que no es obvia). Imaginad (y es un símil para describir la magia de un instante) lo que significaría pasear al anochecer del brazo de vuestra pareja por un romántico lugar mientras suena la música y se elevan luminarias en el cielo llevando los anhelos de muchas personas. ¿No es algo extraordinario?. Pues no olvidéis nunca que esos instantes existen, que pueden ser de lo mas sencillo y hallarse en cualquier parte. No hay más que encontrarlos.
  • Pero exceder las expectativas no significa que no deba atenderse a la finalidad principal, al objetivo. Deberéis dedicar el tiempo necesario a hacer lo que se deba hacer. Ver, vivir, visitar lugares, aprender, mejorar, intercambier conocimientos y experiencias, actuar, estudiar, …
  • … sin olvidar que para alcanzar el objetivo hay que atender a las necesidades básicas. Para los mortales es necesario comer y beber (si puede ser excelentes jarras de cerveza, mejor). Pues en las relaciones empresariales también. No releguéis la logística, porque al final es un error que se paga y uno acaba (figuradamente) comiendo una pizza a cualquier hora en un rincón oscuro.
  • Y poned la guinda al pastelito con alguna cosa extraordinaria. Algo que sólo sea posible realizar en el marco del lugar/proyecto/relación en la que estemos sumergidos. No es posible ir a la ópera en cualquier sitio: deberíamos estar en algún lugar en el que un elenco de buenos cantantes, arropados por una excelente orquesta pudieran ocupar un digno lugar y regalarnos con los mágicos acordes de flautas y violines.

Ir mas allá de lo que se nos pide y de lo que es exigible. En las relaciones personales lo llamaríamos (probablemente) amor. En las relaciones empresariales lo podemos denominar voluntad de permanencia. Es la forma de demostrar las ganas de hacer y la voluntad de servicio. Y es la manera de avanzar y de estabilizar las relaciones.

Os prometo que admiro a las personas que, continuamente, exceden las expectativas que tengo en ellas depositadas. Hay unas pocas – bien pocas, por no reducirlas a la unidad – que demuestran cada día con su dedicación, con su atención y con su espíritu el ansia e interés que tienen en ir por delante de lo que se les pueda pedir. Se lo agradezco. Y pido que perdure – y que yo sepa hacer que prosiga – ese interés en el futuro.

Confianza y seguridad

Mis sufridos y pacientes lectores habrán notado que hace más de un mes (podéis verlo por las fechas) que no añadía ningun post a este lugar web. Mea culpa (utilizo el latín – extraño en muchos casos – para solemnizar mi arrepentimiento). Sin embargo aseguro que este período – en el que mis eventuales seguidores puedan haberme echado en falta – he aprendido tantas y tan extraordinarias cosas que bien ha merecido el «parón». A las diez de la mañana de un lunes de Pascua acabo de despertar – inopìnadamente – lo que me ilumina, me da paz y refuerza mi vida.

En el articulo de hoy, quiero hacer referencia a una de las cualidades más necesarias y deseables en un buen profesional de la venta (puedo hacerlo extensible a otras muchas especialidades laborales y a casi cualquier faceta de la vida personal): La confianza en sí mismo y la seguridad en lo que se esté haciendo y en cómo se está haciendo. Este tema me ha sido sugerido – y acerca de él he discutido largo y tendido – con y por personas a las que quiero y aprecio muchísimo, que me han dado auténticas lecciones en ese aspecto y me han ayudado a mejorar significativamente (aún tengo un buen trecho por caminar) esta faceta de mi personalidad. A quien me ha iluminado así, dedico estas reflexiones hoy.

En qué basar nuestra seguridad y confianza

  • En una sólida creencia en nuestras propias posibilidades personales. Quien duda de que será capaz de hacer algo o de conseguir algún objetivo seguramente fallará. Lo contrario no es garantía de éxito, pero quien no muestra aplomo está muy cerca del fracaso.
  • En la firmeza que proporciona la experiencia: Haber pasado por situaciones similares con anterioridad y haberlas sabido manejar con la suficiente solvencia. No necesariamente el resultado debería haber sido adecuado. Muchas veces las experiencias negativas son tan enriquecedoras como las positivas.
  • En una clara asimilación de los objetivos. Es imposible hacer/decir algo en lo que – realmente – no se crea. En algún caso, quizá lo puedan hacer los actores (y tienen que ser muy buenos para dar credibilidad). Pero el común de los mortales necesita tener fé en lo que defiende.
  • En el caso en el que trabajemos en equipo: En la certeza de que cada uno ejecutará su rol con solvencia. Si no confiamos en que el compañero/compañera estará a la altura de las circunstancias, dedicaremos una parte de la energía a cubrir sus (que nosotros podamos imaginar) pretendidas debilidades, lo que restará eficacia y eficiencia a nuestra acción.

Cómo se demuestra esa seguridad:

  • En la realización de una propuesta clara, meditada, coherente y sin fisuras que permita al interlocutor confiar al cien por cien en el planteamiento que se le esté realizando. En el contenido de la proposición y en la forma de presentarla hay una alta proporción del resultado final.
  • En la forma de rebatir/negociar posibles objeciones, pegas o clarificaciones que la otra parte parte presente. Por muy extemporáneas, difíciles o complejas que os puedan parecer, guardad calma. Que no os sorprenda nada. Contad hasta diez, cien o mil si es necesario. Muy recientemente me encontré en una situación parecida y me costó muchísimo manejarla (no estoy siquiera seguro de que supiera hacerlo). Admiro a las personas (y conozco alguna) que es capaz de conservar la calma (aparentemente, al menos) en situaciones de crisis total e incluso en circunstancias emocionalmente violentas. Un comportamiento así logra que te den ganas de asirte a su causa. Y no olvidemos que en las relaciones interpersonales es este tipo de filias la que logra extraer lo mejor de cada uno y sumar adeptos a la causa.
  • En la conducción o encauzamiento de las situaciones que puedan producirse en el proceso. Si el planteamiento es coherente, meditado y claro, podremos rebatir o llevar al terreno al que nos interese cualquier desviación.

Lo que NO debe hacerse (ojo!, que el que suscribe no es ningún dechado de virtudes y ha metido la pata en muchas ocasiones)

  • Perder la calma. Hay que dar tiempo (unos necesitan más y otros menos) a poner orden a nuestros pensamientos antes de reaccionar y responder. Y especialmente si ello puede condicionar la evolución de los acontecimientos y la proyección hacia el futuro. Dejemos las rupturas y las expresiones de desagrado o disgusto para más tarde, fuera de la presencia de nuestros interlocutores.
  • Responder/rebatir de forma incoherente o fuera de la línea argumental. Podemos perder la credibilidad que hayamos ganado. Si nuestro planteamiento inicial fué correcto no haría falta de ninguna forma corregir el tiro e irse por los cerros de Úbeda. Debemos insistir en lo que hayamos venido siguiendo.
  • Dar tiempo a nuestro antagonista. No se debe transmitir presión ni condicionar su reacción en el sentido que nos pueda interesar. Ha de ser totalmente libre de tomar sus propias elecciones (si no es así, cualquier decisión tomada en un momento conflictivo podría ser susceptible de vuelta atrás y de volverse contra nosotros).

Ya os he dicho que avanzo por esta vía. No he llegado al final del camino pero tengo una buena guía (la mejor) que me orienta, corrige mis errores y me proporciona orientación y coaching continua y desinteresadamente. Sé que estoy siguiendo (y le he elegido libremente) el mejor de los caminos. No sé si es el de la perfección (nada humano es perfecto) pero puede proporcionarme estabilidad emocional, personal y profesional para poder convertirme en el poste al que pueda ligarse quien necesite equilibrio, seguridad, paz y fuerza interior. Eso es lo que deseo ser para las personas a las que quiero. Se lo debo. Y se lo daré.

Y deseo a todos una feliz Pascua. Acabados de transcurrir algunos de los ratos más agradables de mi vida, quiero dedicaros un pensamiento. Que os acompañe la estabilidad, la felicidad y que vuestra luz – como la mía lo hace conmigo – ilumine el camino que estéis recorriendo hacia el futuro.

Buscarle tres pies al gato

He aqui un tema que me tiene (y me ha tenido en el pasado) seriamente preocupado. Y la razón son los problemas y distorsiones que causa en las relaciones empresariales al enturbiar – innecesariamente – el buen clima en el que deben mantenerse. Lo he bautizado como «buscarle tres pies al gato», por emplear la castiza expresión que recoge el ansia o la necesidad de hallar problemas donde no los hay (en el momento), darle excesivas vueltas a las cosas y/o anticipar imaginarios obstáculos.

A lo largo de mi vida personal y profesional he encontrado un gran número de personas – y de situaciones – en las que esta expresión ha sido la forma más definitoria de describir lo que estaba ocurriendo. De todas formas, he de mostrar mi abierta simpatía por esas personas ya que, quien más o quien menos (y yo mismo me incluyo en ese colectivo) ha actuado así. Voy a poner una serie de pequeños ejemplos  en los que algunos avispados y/o experimentados lectores podrán identificar – con casi toda seguridad – situaciones similares vividas en sus propias carnes.

  • Acaba una reunión de forma satisfactoria para todos los asistentes. Y al salir, uno de ellos comenta: «Todo ha ido bien, pero seguro que surgirán problemas, porque las cosas no pueden ser tan sencillas»
  • Se completa algún trabajo de la forma más profesional. Y el responsable piensa: «Todo ha ido bien. Seguro que nos hemos olvidado de algo»
  • Razonamiento de un cliente: «Este proveedor cubre todas mis expectativas y me proporciona todo lo que yo necesito: Pero en algún momento fallará, seguro – y entonces …». O bien «Esta situación idílica no puede ser. Algo estamos haciendo mal».

Yo diría que no existe una tipología concreta de quien actúa y razona de esta forma. De hecho, confieso públicamente que lo he hecho en algunas ocasiones influenciado por:

  • Un estado de ánimo concreto en un instante determinado: Que nos invada momentáneamente el pesimismo o la desconfianza es algo que está en la condición humana. El problema es que se prolongue y nos atenace.
  • La influencia que puede tener en nosotros la experiencia del pasado. Vuelve a ser natural que – si hemos sufrido en el pasado algún desaire – extrememos la cautela para evitar fracasos. Bien está ser prudente, pero eso no implica ser pesimista ni condenar anticipadamente al fracaso cualquier actuación futura.
  • Evitar adquirir obligaciones. Este es uno de los usos más habituales. El razonamiento es el siguiente: Si me comprometo a lo que se me pide y las cosas van mal (que irán, claro…) quedaré en una situación muy desairada. Por tanto, quietecito.
  • La necesidad de justificarse ante los demás y, sobre todo, ante el interlocutor
  • «Lo que soy es realista»: En mi modestísima opinión, el realismo es únicamente una tendencia artística. ¿Como pretendo anticipar lo que pasará sin actuar de adivino?. ¿Estoy juzgando intenciones y actuaciones futuras de mis partenaires?. ¿Estoy prejuzgando sus debilidades?. ¿Creo en su inconstancia?.
  • Inseguridad. Falta de fé en las propias posibilidades y/o en las de quien nos rodea. No debiéramos desconfiar ni cerrar los ojos ante lo que vemos (que en muchas ocasiones es capaz de desmentir los supuestos más pesimistas)

Todos conocéis la Ley de Murphy. Los mensajes que emanan de su enunciado y de sus corolarios (los hay a miles) pueden clasificarse en dos tipologías principales: Los pesimistas (tipo «La tostada siempre cae del lado de la mantequilla») o los de encontrar tres pies al gato («si algo puede ir mal, irá peor»). A poco que penséis, os daréis cuenta de que ambos tienen una característica común: La creencia en la fatalidad como eje de las actuaciones, y la seguridad en que nuestra voluntad no es capaz de influir en el desarrollo de los acontecimientos. Hace años hice la prueba de la tostada (os prometo que es verdad – e incluso vi un programa de televisión en el que se hacía algo similar) con un resultado estadístico de sólo un 40% de caída por la cara untada: Esta experiencia real contradice totalmente la primera ley. Y aplicando la prudencia (lo he hecho muchas veces), he pensado en las consecuencias de una determinada acción para prever y prevenir los efectos indeseables – si los hubiera – que pudieran derivarse, aunque eso no puedo cuantificarlo.

Sé que puede costar, pero evitad buscarle tres pies al gato. Posiblemente no será factible evitar los problemas en todos los casos, pero viviréis mejor si no os angustian ni vislumbráis sombras y fantasmas por todas partes.