Hace días que quería escribir, pero me lo ha impedido una serie de acontecimientos que me han afectado en los tiempos recientes. Pero de hoy no pasa. Y aunque sean cuatro letras, voy a poner negro sobre blanco algunas reflexiones que han venido a mi cabeza y que deseo dejar reflejadas aquí para – espero – poder releerlas en el futuro, recordar cuáles fueron mis sentimientos y mis sensaciones de estos dias y ver en perspectiva como se superan situaciones complejas y difíciles.
Antes que nada, explicar para el que no lo conozca el significado del término que encabeza este post. Fué una palabra que aprendí hace unos pocos años (en realidad, parece que la acuñó algún afamado psicólogo en los años 70 – yo ya estaba crecidito) y que designa (según algunos diccionarios):
(Resiliencia es, según la definición dada por E. Chávez y E. Yturralde en el 2006): la capacidad que posee un individuo frente a las adversidades, para mantenerse en pie de lucha, con dosis de perseverancia, tenacidad, actitud positiva y acciones, que permiten avanzar en contra de la corriente y superarlas
En segundo lugar, comentar que acabo de pulsar el estado de opinión generado por las medidas de austeridad que ha anunciado el Presidente del Gobierno en su comparecencia en el Congreso (y que parece que aplicará – se lo ha prometido a nuestros amigos americanos). Como siempre (sea el gobierno del signo que sea), el peso del sacrificio cae sobre las capas más humildes (que en realidad son aquéllas sobre las que se puede ejercer el control – las otras se escapan a él o son las que controlan a los controladores): Recorte del sueldo de los funcionarios, congelación de las pensiones, suspensión de determinadas ayudas, etc…. ¿Quién le pone el cascabel al gato y procura acotar los salarios o indemnizaciones de determinados personajes o limitar los escandalosos dividendos que perciben ociosos caballeros – o señoras, que hay un Ministerio de Igualdad – cuyo único mérito es tener dinero?
Una tercera reflexión está en relación con la constatación que hizo una persona a la que tengo un gran respeto sobre la falta de preparación, de valentía y de visión empresarial de una parte de los emprendedores españoles, y especialmente de los que regentan pymes surgidas en épocas de bonanza económica (en primavera crecen todo tipo de hierbas – hasta las malas). He de advertir que esta idea no es generalizable, pero estoy últimamente tropezando con demasiados ejemplares de este tipo. Personas a las que les tocó la lotería – eligiendo al azar, acertaron, con una buena dosis de casualidad – cuando en su momento decidieron montar su propia empresa, otras con efectivo que han querido rentabilizar algo más que adquiriendo bonos del tesoro, … pero poca profesionalidad, poca preparación y poca ética. Estos no pagarán, porque trasladan sus cuitas hacia abajo, transmitiendo sus problemas a aquéllos a los que emplean – en muchas ocasiones explotan – como ¿recordáis aquél móvil de sobremesa? en el que se mueven únicamente las bolas de los extremos, y las del centro permanecen en su sitio. Mientras los problemas golpean en un extremo, las capas intermedias (que no generan ningún valor), transmiten el impacto hasta proyectar a las listas del INEM los niveles más bajos (que son los que realmente tienen impacto en el PIB.
Pero pese al paisaje que se nos ofrece, soy optimista. Porque creo que la resiliencia es un atributo prácticamente exclusivo de los humildes (y por tanto me atribuyo un pequeño porcentaje). Porque creo que la iniciativa surgida de la buena fé tiene y tendrá premio. Porque veo la luz al final del túnel, y su claridad me espolea y me anima. No hay que doblar la rodilla. Nunca. Ni hay que inclinarse ante nadie que sea indigno.
Es posible que alguien pueda pensar que esto es terapia. Allá el. Para mí es futuro. Y fé. Tengo fé en las personas de buena voluntad (y conozco unas cuantas). Creo en el trabajo bien hecho, no en el golpe de suerte, el pelotazo o el hoy te uso y mañana te quito de en medio. Y creo en la amistad y el apoyo que te puede dar quien te quiere.